Tres veces cada año aparecerá todo varón tuyo delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere: en la fiesta solemne de los panes sin levadura, y en la fiesta solemne de las semanas, y en la fiesta solemne de los tabernáculos. Y ninguno se presentará delante de Jehová con las manos vacías; 17 cada uno con la ofrenda de su mano, conforme a la bendición que Jehová tu Dios te hubiere dado.
Para su pueblo Israel Dios estableció fiestas solemnes, es decir, fiestas que obligatoriamente debían celebrarse de la manera que Dios estableció como una manera de recordarles siempre todo lo que él había hecho y sigue haciendo por cada uno de ellos. Nosotros no somos israelitas, pero de este hecho podemos extraer dos valiosas enseñanzas:
1. Dios desea que lo tengamos presente y apartemos un tiempo especial para celebrar y reconocer todo lo que él es y hace por nosotros.
2. Dios no nos pide nada que él no nos haya dado antes. Por lo que cuando ofrendamos algo reconocemos que lo que tenemos y lo que somos no es por nosotros sino por él. Así que entre mayor sea la bendición que Dios nos dé, más abundante y generosa debe ser nuestra ofrenda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario